199 RECETAS PARA SER FELIZ: LA PELICULA DE LA SEMANA EN INDEPENDENCIA CULTURAL

En un departamento de Barcelona, una pareja lucha contra el calor europeo: los chilenos Tomás (Pablo Macaya) y Helena (Tamara Garea), periodistas, callados, pétreos, se mueven sin vitalidad entre el sudor y el agobio. Él trabaja en una editorial donde debe promocionar el libro "199 recetas para ser feliz" e, irónicamente, su vida no es nada de alegre. Y ella, carga con el luto y la pena de un hermano muerto recientemente en Chile, el joven Milo.




Esta segunda película del director chileno Andrés Waissbluth ("Los debutantes") se empantana en un sopor rígido y cae en una trampa desafortunada: acentuar un tono sobredramatizado en lo que viene de la historia. La llegada a Barcelona de Sandra (Andrea García Huidobro), la polola del difunto hermano de Helena y quien, vestida como hombre y con corte de pelo como Milo, desencadena una obsesión erótico-compulsiva que afecta tanto a Tomás como a Helena.

Esta atrevida premisa sexual, sin embargo, se queda en la cáscara debido a diálogos flojos y estatuarios. Es cierto que el cansino y funerario aire que domina "199 recetas para ser feliz" contrasta, obviamente, con los irónicos insertos de algunas recetas para la felicidad sacadas del libro y que el actor catalán Alex Brendemühl lee en off. Pero el chiste no llena la historia.

Porque a pesar del calor y el deseo descontrolado, este departamento es un frío mausoleo donde las ideas más explotables se congelan y pierden ante lo que queda: una naturaleza muerta con vista a Barcelona.